viernes, 23 de octubre de 2009

Ficción y realidad

Escrito por Francisco Andrés Escobar

Sábado, 13 junio 2009 00:00



“Chofo: debieras contratar cable. ¡Vos y la Teba se pegarían unas divertidas! Uno ve películas, documentales, telenovelas. A mí me gustan las brasileñas, las argentinas y las chilenas. Están mejor pensadas, mejor escritas y bien actuadas... Perate, voy a ver si ya está el café.” Don Miguel Tadeo fue a la cocina.

Don Sofonías Pereira había dejado a su Teba con los chécheres instalados para la venta de pasteles, y se había ido a pasar la tarde en casa de su amigo. Pequeña, acogedora, mantenida con decencia y gusto, la vivienda de don Miguel era un mínimo santuario. Aquí, las libreras colmadas en torno a los modestos muebles de sala; acá, artesanías varias. Y por allá, junto al pequeño comedor, el cuartito reservado a la tele, al devedé y a la colección de videos clásicos. “Es que esto no debe estar en la sala o en el comedor, Chofo. La sala es para platicar, y el comedor, para lo que ya se sabe”. Un jardín menudo antecedía a la pilona, con su también reducido cuarto de baño.

Don Miguel Tadeo volvió con dos aromados tazones. “Vaya, zampémonos esto con un buen pedazo de chicle de caballo”. Y atravesó con el cuchillo la semitona alta y mieluda. “Pues, como te iba diciendo, tener cable le hace bien a uno: a los solos como yo y a los viejos como vos y la Teba. Fijate que hay un canal que tiene como lema algo así como ‘realidad que supera a la ficción’. El otro día, no sé si fue en ese o en otro, pasaron un reportaje macabro. Fijate:

Apareció un hombre baleado. Lo llevaron al hospital, pero no lo metieron al quirófano, porque lo dieron por muerto. No le hicieron autopsia. Lo entregaron a los familiares en bolsa sellada, y la funeraria lo zambutió en un ataúd también supersellado, como si hubiera muerto de algo contagioso. Lo velaron con poquísima gente y no dejaron que los periodistas tomaran fotos ni hicieran preguntas. Lo enterraron a la carrera. Como el muerto era bastante conocido, el juez, forense, o algo así, dictaminó, en un zas, que el hombre se había suicidado. Y le echaron tierra al asunto.

¿Y qué creerás? ¡Que el hombre baleado y enterrado no era el que decían que era! No. El que decían que era, o sea el verdadero, estaba metido en chanchuyos de corrupción y narcotráfico. Entonces, sus compinches decidieron hacerlo pasar por muerto. Mientras hacían todo el show, a él y a su familia los sacaron del país, con nombres y documentos falsos. Es que, si le caía la policía y hablaba, iba a implicar a muchos copetudos. ¡Así que vigiaron a un fulano que se le parecía, lo palmaron, y montaron el show, mientras el otro se las campaneaba! Yo solo pensé en aquel caso de allá de la capital, ¿te acordás?: el de aquel muchacho que quemaron para hacerlo pasar por otro. Yo digo para mis adentros: a saber qué otros casos así habrá en el país, ¡y uno sin darse cuenta!

Todo esto sorprende, Chofo, porque, en pueblos como este, a lo más que se llega es a que la hija de la fulana le mueve el agua al hijo de la zutana. Pero te digo que, en otras partes, a veces la realidad deja pachita a la mejor ficción. Tomá: entrale a este otro trozo de semita. ¡Está de hacerse los bigotes!”

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