sábado, 26 de diciembre de 2009

Sin apoyo de las masas no hay cambio social!

Sin apoyo de las masas no hay cambio social!

La unidad se practica no en abstracto, sino elaborando pacientemente una política y un programa coherentes, proponiendo soluciones democratizadoras que, en un proceso sin interrupción que no pretenda saltar ni confundir etapas, lleve a las grandes transformaciones de la sociedad.



Con menos sobresaltos de lo esperado, la Asamblea Legislativa, con la oposición de los diputados de Arena, aprobó las tibias revisiones tributarias. A pesar de no aumentarse los impuestos a la cerveza, a la importación de maquinaria pesada, a evadir el crucial punto de sanciones penales y civiles drásticas contra los evasores (se razona que tanto el Código Penal, como el Civil ya lo contemplan), ya ha arreciado la lucha de declaraciones y denuncias de los “interesados” en el asunto.

Como siempre, los “altos” dirigentes de las cúpulas empresariales, así como los “analistas” de la derecha, hacen declaraciones sesgadas y carentes de sentido común y mucho menos apegadas a la realidad, que supuestamente los presentan como “paladines” de las libertades públicas, de la democracia y del Estado de Derecho, posiciones asumidas desde sus propios intereses: dejar que el mercado se regule por la dinámica de la competencia y evitar que el gobierno regule o meta “sus manos” sucias en el sagrado "libre mercado".

Se podría llamar traición de esta gente a su propia patria, si la tienen, o a los millones de salvadoreños que esperan obras de desarrollo social por parte del régimen? Si así pudiéramos llamarlo, poco significa en la cadena de traiciones contra los intereses mayoritarios que, a lo largo de la historia, han cometido los sectores oligárquicos y sus aliados, entre ellos el aparato de represión conocido como fuerza armada. Pero, al margen de habladurías en las que ya nadie cree, de la aprobación de unas pálidas revisiones tributarias, lo cierto es que la fijación de los salarios mínimos deberá ser una prioridad para el próximo año.

Y reviste una importancia especial, porque, hoy como nunca, involucra problemas de política nacional y de profundidad social que trasciende, con mucho, situaciones anteriores. Salta a la vista, en primer término, el alza del costo de la vida. Ya era elevado con los nefastos regímenes areneros, pero ahora con el sólo anuncio de la aprobación de las revisiones fiscales, los comerciantes sin escrúpulos han aprovechado para aumentar los precios. No sólo se trata de ayumento a la carne, producto que no consumen las mayorías poblacionales, sino a los artículos de la canasta básica.

Se trata, pues, de la base de alimentación de los salvadoreños más pobres, los que constituyen una abrumadora mayoría de la población. Esos a los que el señor Presidente se ha comprometido a entregarse “en cuerpo y alma”. Por lo tanto, se debe regular el precio de ciertos artículos y en especial los de consumo diario y, por supuesto, las medicinas. Una medida lleva a la otra. No puede permitirse a los “grandes” empresarios continuar lucrándose con las necesidades de los salvadoreños.

Se discutirá mucho de la necesidad de aumentar el salario mínimo. El Ministerio de Trabajo y la Comisión del Salario Mínimo propondrán cantidades apenas suficientes, pero que, como ya es usual, a la burguesía le parecerán excesivas. Se utilizará el viejo argumento de que un aumento de salarios será anulado por el aumento de los precios. Y, como siempre, los capitalistas se encargarán de cumplir sus amenazas. No sabemos si en realidad se aprobará tal medida, pero, en todo caso, bastará para justificar nuevas alzas de precios. En el campo es más complicada la situación. Desgraciadamente se habla de “aplicación estricta de la ley” y ésta no se cumple, y se cometen los mayores crímenes sociales en la más absoluta impunidad.

El cumplimiento de la ley, requiere un mínimo de adhesión social a la ley misma. Y las leyes que supuestamente protegen el salario -como el salario mínimo, la regulación en el mercado, etc.- no cuentan con el soporte social necesario. La oligarquía siempre se ha negado, lisa y llanamente, a cumplirlas. Y, por la vía de la corrupción o de la presión política (lo acabamos de comprobar con estas tibias revisiones tributarias), cuenta con la colaboración y el apoyo de la burocracia estatal. A tal efecto, dónde quedó la posición inflexible del señor Ministro de Hacienda, del Secretario Técnico de la Presidencia y del Secretario de Asuntos Estratégicos? Se dirá que la adhesión social a esas leyes tenía que venir de los trabajadores. Y es la verdad. Pero los trabajadores, los de la ciudad como los del campo, carecen en este momento de organizaciones propias para expresarse y luchar en defensa de sus intereses. El nombramiento de los dirigentes, “desde arriba”, eliminan la posibilidad de que las masas se movilicen, no sólo por sus intereses históricos, sino incluso en defensa de leyes que teóricamente los beneficien y que están vigentes.

Por eso el líder sindical y uno de los fundadores del movimiento revolucionario salvadoreño, Salvador Cayetano Carpio, el legendario “Marcial”, pedía total autonomía para los sindicatos, absoluto respeto y participación de los obreros y campesinos en las grandes decisiones; en fin, que no sólo se “exigiera” de arriba hacia abajo, sino que se tomaran en cuenta las observaciones y sugerencias de las bases organizadas. El Centralismo Democrático en plena vigencia. Este destacado dirigente siempre se preguntó porqué en los organismos de dirección no estaban representados los que “desde abajo” venían luchando con heroísmo por hacer realidad las grandes esperanzas del pueblo. Puede que en este ideario, en su prédica constante a favor de una pureza revolucionaria, como la exigía el Che Guevara, estuviera la causa de su muerte y del “olvido” a que hipócritamente lo han condenado muchos de los que hace años se consideraron "sus compañeros de batalla".

En las altas esferas gubernamentales suele decirse que para tomar medidas revolucionarias a favor de las masas, se requiere que el régimen tenga base social, apoyo multitudinario. Y, por el otro lado, salta a la vista que ese apoyo es imposible para un gobierno que no toma medidas profundas. Se produce, así, un círculo vicioso sin salida aparente. Y la cada vez más intensa presión de las masas por acceder a los cambios prometidos (expulsión de cuadros areneros del aparato estatal, reformas profundas en Economía, Salud, Educación, Agricultura, enjuiciamiento de los corruptos, etc.,) se traduce en complicadas contradicciones dentro del aparato burocrático.

Lo triste sería que dentro del aparato estatal, ganara la reacción. La peligrosa intromisión de sectores oligárquicos es la expresión de este hecho. Aparte de su concepción viciosa de origen, está el hecho de la ausencia de cuadros notables de la izquierda en las grandes decisiones de política interna y en política exterior. Lo que ayuda ahora es la tendencia generalizada de las masas a la organización independiente. Hemos visto con mucho agrado que por todos lados surgen grupos, círculos y organismos diversos, aún pequeños, que tienden a aglutinar a la población explotada. Falta un centro. Pero la necesidad social de ese centro es cada día más fuerte. Y prevalecerá, más bien, a la corta que a la larga.

A los de ideas avanzadas se les va configurando, cada vez con mayor claridad y relieve, una situación revolucionaria, distinta de la lucha armada, pero rica en ideas y manifestaciones verbales. Por eso, desde esta tribuna, le hemos exigido a la dirigencia del FMLN trabajar incansablemente desde las Secretarías de la Juventud, Ideología y Organización. Aprovechar este auge implica la creación de un centro motriz a nivel nacional de todas las fuerzas dispersas. No en el sentido de predicar la unidad en abstracto, sin contenido real, sino elaborando pacientemente una política y un programa coherentes, proponiendo soluciones democratizadoras que, en un proceso sin interrupciones que no pretenda saltar ni confundir etapas, lleve a auténticos cambios revolucionarios. Decirle al señor Presidente que todos están en el mismo barco y que se necesita tanto de los marinos, como de los oficiales y del capitán.

Pocote

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